Visión lúdica de la muerte
Un anciano pidió ser despedido en el camposanto con pasodobles y cohetes
El día 2 de enero de 2009, fallecía Evaristo Vázquez Carnero, en la residencia de la tercera edad de Chantada (Lugo), en la que llevaba 17 años.
Evaristo era natural del Valle de Ulloa. Había nacido hacía 89 años en el pueblo de San Cibrao, en Palas de Rey. Quedó viudo hace unos cuatro años y durante su vida se dedicó a las labores del campo y a llevar una vida desenfadada, vestir con elegancia y utilizar habitualmente bastón, de ahí su fama de dandi. No llegó a tener hijos. Le quedan dos hermanas, tres ahijados y numerosos sobrinos y bisobrinos.
Hasta aquí todo es normal. No existía motivo alguno para que Evaristo fuera noticia, ni tampoco se singularizara entre los habitantes del Valle. Lo inusual y, por tanto noticiable, surge cuando, con motivo de su fallecimiento, se conoce su visión alegre y lúdica de la muerte. Quiso dejarlo todo atado y bien atado. Hace por lo menos un decenio, cuando aún estaba muy lúcido, se fue a un notario y le pidió que tomase buena nota de cómo quería repartir sus bienes y, además, cómo debería ser su entierro.
No quiso un acto fúnebre a la usanza en el Valle para su despedida, sino todo lo contrario. Pidió que, en su entierro, hubiese banda de música, pero no para tocar piezas sacras, sino pasodobles, jotas y otras composiciones festivas. Vamos, que Vázquez Carnero fue un muerto saleroso que, desde luego, dio que hablar.
Solicitó «foguetes» de primera calidad, «de los cuales una tercera parte se consumirá el día anterior al funeral», una banda de música para acompañar su cadáver y también un grupo de gaiteiros, vestidos con sus trajes típicos. Pidió también que, después de ser enterrado, los grupos ofreciesen un concierto bailable de media hora cada uno.
Solicitó tres copias del testamento para entregárselas en un banco, en la residencia donde vivía y a una funeraria de Palas a quien responsabilizó de cumplir el encargo relacionado con el entierro. Jamás le habían pedido algo similar.
El día cuatro de enero, a las cuatro y cuarto de la tarde, el grupo de gaiteiros Buxaina de Palas de Rey y la banda de Antas de Ulla, la preferida de Evaristo, estuvieron al pie de la iglesia para cumplir los deseos del finado. El féretro de Evaristo fue recibido, por partida doble, con los acordes del himno gallego, interpretado por la banda y por las gaitas. Seguidamente fue llevado a hombros hasta la iglesia por los sobrinos de más edad, a los que gratificó por dicho trabajo, según mandó al notario, con 25.000 pesetas.
La pequeña iglesia resultó insuficiente. Ni en el templo ni en el atrio hubo música. Tampoco hubo lágrimas. Evaristo fue enterrado en silencio. La fiesta o la sesión vermú, como dijeron varios vecinos, llegó después. La banda y los gaiteiros tocaron sin parar, desde pasodobles hasta villancicos, mientras el «fogueteiro» daba cumplida cuenta de la pólvora.
No hace falta comentar el impacto que la noticia produjo en el Valle, teniendo en cuenta la religiosidad, la tradición y el fuerte arraigo que la veneración a los antepasados tiene en Galicia. Pero la riqueza y diversidad del valle ha quedado de manifiesto.(X. Carreira, La Voz de Galicia, 05.01.2009)
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