El Pazo de Ulloa.-En la fértil comarca luguesa, denominada La Ulloa, por estar bañada por las cristalinas aguas del río que le da nombre, nos encontramos con el histórico Pazo de Ulloa, edificado, a finales del medioevo, en las inmediaciones del Castillo de Pambre. En él, la condesa de Pardo Bazán sitúa la acción de sus admirables novelas “Los Pazos de Ulloa” y “La Madre Naturaleza” en las que traza un magistral retrato del mundo rural gallego y de su decadencia.
En “Los Pazos de Ulloa”, un sacerdote, don Julián Álvarez, pregunta, medio perdido, a un grupo de tres hombres – uno alto y bien barbado, otro de edad madura y condición baja, y a un clérigo-, si “pueden ustedes decirme si voy bien para casa del señor marqués de Ulloa”. Con sus indicaciones dice no le resultó difícil encontrar el destino. El paisaje era divino. El camino serpenteante, rodeado de árboles cuyas frondosas ramas, formando verdes túneles, apenas dejaban traspasar los cálidos rayos del sol, le condujo a la misma entrada del Pazo de Ulloa, bello, extenso, en cuyo portón se mostraba un escudo pétreo con las armas de los Castro y de los Ulloa, una torre elevada, señorial, irónica en su soledad. Allí, en la ribera del Ulla, en medio de una naturaleza poderosa, rotunda, envolvente, como la que, con infinito acierto, supo describir doña Emilia, la “tierra montañosa, salpicada de manchones de robledal y algún que otro castaño”.
En “Los Pazos de Ulloa”, un sacerdote, don Julián Álvarez, pregunta, medio perdido, a un grupo de tres hombres – uno alto y bien barbado, otro de edad madura y condición baja, y a un clérigo-, si “pueden ustedes decirme si voy bien para casa del señor marqués de Ulloa”. Con sus indicaciones dice no le resultó difícil encontrar el destino. El paisaje era divino. El camino serpenteante, rodeado de árboles cuyas frondosas ramas, formando verdes túneles, apenas dejaban traspasar los cálidos rayos del sol, le condujo a la misma entrada del Pazo de Ulloa, bello, extenso, en cuyo portón se mostraba un escudo pétreo con las armas de los Castro y de los Ulloa, una torre elevada, señorial, irónica en su soledad. Allí, en la ribera del Ulla, en medio de una naturaleza poderosa, rotunda, envolvente, como la que, con infinito acierto, supo describir doña Emilia, la “tierra montañosa, salpicada de manchones de robledal y algún que otro castaño”.
Es una lástima que los últimos propietarios del emblemático Pazo hayan ido vendiendo las tierras de su extenso patrimonio hasta dejarlas reducidas a la mínima expresión y, por si ello fuera poco, el mismo edificio del Pazo se halla en venta. (valle Ulloa 19.01.2009)
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