El Costa Concordia naufraga en la isla Giglio de Italia
El buque Costa Concordia, construido en el año 2006, con más de 4.000 personas a bordo, de ellas 1.000 pertenecientes a la tripulación, colisionó contra una roca el pasado día 13 de enero de 2012 en la costa de la isla italiana de Giglio.
El capitán, Francesco Schettino, debiera ser el último en abandonar el buque, pero no solamente por una cuestión de honor, de profesionalidad ni de tradición, sino también por una cuestión económica.
Si un barco, abandonado por su tripulación, resulta que finalmente no se hunde, según unas complicadas reglas de derecho marítimo, la propiedad pasa a ser de quien lo aborda y, como es comprensible, los mayores ridículos se han dado en los casos en que se ha perdido la propiedad de un barco por causa de un miedo prematuro.
Es importante la diferencia entre la llamada "MAYDAY" y la llamada de "SOS": La primera significa simplemente: "Necesito ayuda", mientras que la segunda es una llamada de auxilio equivalente a: "El barco esta perdido, salven nuestras vidas".
El capitán, como representante de la propiedad, debe mantener vigentes los derechos sobre el mismo hasta el punto de poner en peligro su propia vida y solo debe disponerse a abandonarlo cuando debe escoger entre el barco y su propia vida. Este y no otro es el motivo de esta tradición.
No ha sido este el caso del capitán ni de los oficiales del Costa Concordia, ya que sus vidas nunca peligraron y parece obvio que no tienen la menor excusa para haber descendido del buque mientras quedara alguien con vida a bordo, aunque solo fuera el hamster del cocinero.
Hay unos hechos objetivos indiscutibles: Se bajaron cuando no debían.
Aparte de todo, ya como tema secundario, resulta interesante saber la situación legal en que ha quedado el Costa Concordia al ser abandonado por su tripulación, especialmente por su capitán, sin haberse finalmente hundido, aunque es probable que el derecho marítimo tenga alguna actualización que yo desconozca y que haga obsoleto el principio que manifestado y que, en cualquier caso, no hace muchos años era todavía perfectamente vigente.
Aquel barco, recostado en las rocas de Giglio, incapaz de navegar, sigue valiendo mucho dinero mientras no se vaya al fondo. La prensa, de estos días, comenta que ha costado 500 millones de euros y que se reparación costaría 250.
El capitán, Francesco Schettino, debiera ser el último en abandonar el buque, pero no solamente por una cuestión de honor, de profesionalidad ni de tradición, sino también por una cuestión económica.
Si un barco, abandonado por su tripulación, resulta que finalmente no se hunde, según unas complicadas reglas de derecho marítimo, la propiedad pasa a ser de quien lo aborda y, como es comprensible, los mayores ridículos se han dado en los casos en que se ha perdido la propiedad de un barco por causa de un miedo prematuro.
Es importante la diferencia entre la llamada "MAYDAY" y la llamada de "SOS": La primera significa simplemente: "Necesito ayuda", mientras que la segunda es una llamada de auxilio equivalente a: "El barco esta perdido, salven nuestras vidas".
El capitán, como representante de la propiedad, debe mantener vigentes los derechos sobre el mismo hasta el punto de poner en peligro su propia vida y solo debe disponerse a abandonarlo cuando debe escoger entre el barco y su propia vida. Este y no otro es el motivo de esta tradición.
No ha sido este el caso del capitán ni de los oficiales del Costa Concordia, ya que sus vidas nunca peligraron y parece obvio que no tienen la menor excusa para haber descendido del buque mientras quedara alguien con vida a bordo, aunque solo fuera el hamster del cocinero.
Hay unos hechos objetivos indiscutibles: Se bajaron cuando no debían.
Aparte de todo, ya como tema secundario, resulta interesante saber la situación legal en que ha quedado el Costa Concordia al ser abandonado por su tripulación, especialmente por su capitán, sin haberse finalmente hundido, aunque es probable que el derecho marítimo tenga alguna actualización que yo desconozca y que haga obsoleto el principio que manifestado y que, en cualquier caso, no hace muchos años era todavía perfectamente vigente.
Aquel barco, recostado en las rocas de Giglio, incapaz de navegar, sigue valiendo mucho dinero mientras no se vaya al fondo. La prensa, de estos días, comenta que ha costado 500 millones de euros y que se reparación costaría 250.