21 enero, 2009

El histórico y literario Pazo de Ulloa

El Pazo de Ulloa.-En la fértil comarca luguesa, denominada La Ulloa, por estar bañada por las cristalinas aguas del río que le da nombre, nos encontramos con el histórico Pazo de Ulloa, edificado, a finales del medioevo, en las inmediaciones del Castillo de Pambre. En él, la condesa de Pardo Bazán sitúa la acción de sus admirables novelas “Los Pazos de Ulloa” y “La Madre Naturaleza” en las que traza un magistral retrato del mundo rural gallego y de su decadencia.

En “Los Pazos de Ulloa”, un sacerdote, don Julián Álvarez, pregunta, medio perdido, a un grupo de tres hombres – uno alto y bien barbado, otro de edad madura y condición baja, y a un clérigo-, si “pueden ustedes decirme si voy bien para casa del señor marqués de Ulloa”. Con sus indicaciones dice no le resultó difícil encontrar el destino. El paisaje era divino. El camino serpenteante, rodeado de árboles cuyas frondosas ramas, formando verdes túneles, apenas dejaban traspasar los cálidos rayos del sol, le condujo a la misma entrada del Pazo de Ulloa, bello, extenso, en cuyo portón se mostraba un escudo pétreo con las armas de los Castro y de los Ulloa, una torre elevada, señorial, irónica en su soledad. Allí, en la ribera del Ulla, en medio de una naturaleza poderosa, rotunda, envolvente, como la que, con infinito acierto, supo describir doña Emilia, la “tierra montañosa, salpicada de manchones de robledal y algún que otro castaño”.

Es una lástima que los últimos propietarios del emblemático Pazo hayan ido vendiendo las tierras de su extenso patrimonio hasta dejarlas reducidas a la mínima expresión y, por si ello fuera poco, el mismo edificio del Pazo se halla en venta. (valle Ulloa 19.01.2009)

El Castillo de Pambre, fortaleza emblemática del Valle




El Castillo de Pambre se encuentra ubicado en la parroquia de San Pedro de Pambre, en Palas de Rey, provincia de Lugo.
Construido en el siglo XIV se trata de la fortaleza más completa y característica de la provincia de Lugo y de las pocas de Galicia que quedaron en pie cuando la lucha de los hermandiños (S. XV).

Se accede desde Palas de Rey saliendo por el Campo dos Romeros, y tomando un pequeño desvío, por un camino rural lleva hasta la fortaleza, construida por Gonzalo de Ulloa. La fortaleza domina un desmonte sobre el río Pambre.

La planta del amurallamiento principal es irregularmente rectangular con 21 metros de largo y 17 metros de ancho. Sus muros tienen alrededor de 2 metros de espesor.

Al reciento se accede por una puerta con arco de medio punto con una ojiva lanceolada adornada simplemente con los escaques de los Ulloa. En el centro se encuentra la torre del Homenaje, de planta cuadrada, 11 metros de lado y tres plantas. La primera planta es ciega y la segunda se levanta unos 5 metros del suelo y existen vestigios que permiten imaginar un puente interior que comunicaría esta planta con la muralla, a través de una puerta con arco apuntado y escudo de armas de los Ulloa. En la tercera planta hay un ventanal de arcos apuntados.

Destacar que al otro lado del patio de armas frente a la puerta principal se levanta una capilla de aire románico de finales del siglo XII que actualmente es un establo.

El castillo fue testigo durante años de las luchas, primero entre Pedro I y Enrique de Trastamara y después entre la nobleza y el arzobispo de Santiago, Don Alonso de Fonseca y Acevedo. Después de pasar por manos de los Ulloa, en 1.484, pasó a propiedad de los condes de Monterrey. En 1.895, el duque de Alba vende la fortaleza con sus bienes y otros edificios a D. José Soto, vecino de Palas de Rey, por 27.000 ptas. Por último, después de pertenecer a la familia Moreiras Blanco desde 1.912, en la actualidad es propiedad de D. Manuel Taboada Fernández, conde de Borraxeiros. Es propiedad privada actualmente y, por tanto, no se puede acceder a él.

Personajes originales del Valle

Visión lúdica de la muerte

Un anciano pidió ser despedido en el camposanto con pasodobles y cohetes
El día 2 de enero de 2009, fallecía Evaristo Vázquez Carnero, en la residencia de la tercera edad de Chantada (Lugo), en la que llevaba 17 años.
Evaristo era natural del Valle de Ulloa. Había nacido hacía 89 años en el pueblo de San Cibrao, en Palas de Rey. Quedó viudo hace unos cuatro años y durante su vida se dedicó a las labores del campo y a llevar una vida desenfadada, vestir con elegancia y utilizar habitualmente bastón, de ahí su fama de dandi. No llegó a tener hijos. Le quedan dos hermanas, tres ahijados y numerosos sobrinos y bisobrinos.
Hasta aquí todo es normal. No existía motivo alguno para que Evaristo fuera noticia, ni tampoco se singularizara entre los habitantes del Valle. Lo inusual y, por tanto noticiable, surge cuando, con motivo de su fallecimiento, se conoce su visión alegre y lúdica de la muerte. Quiso dejarlo todo atado y bien atado. Hace por lo menos un decenio, cuando aún estaba muy lúcido, se fue a un notario y le pidió que tomase buena nota de cómo quería repartir sus bienes y, además, cómo debería ser su entierro.
No quiso un acto fúnebre a la usanza en el Valle para su despedida, sino todo lo contrario. Pidió que, en su entierro, hubiese banda de música, pero no para tocar piezas sacras, sino pasodobles, jotas y otras composiciones festivas. Vamos, que Vázquez Carnero fue un muerto saleroso que, desde luego, dio que hablar.
Solicitó «foguetes» de primera calidad, «de los cuales una tercera parte se consumirá el día anterior al funeral», una banda de música para acompañar su cadáver y también un grupo de gaiteiros, vestidos con sus trajes típicos. Pidió también que, después de ser enterrado, los grupos ofreciesen un concierto bailable de media hora cada uno.
Solicitó tres copias del testamento para entregárselas en un banco, en la residencia donde vivía y a una funeraria de Palas a quien responsabilizó de cumplir el encargo relacionado con el entierro. Jamás le habían pedido algo similar.
El día cuatro de enero, a las cuatro y cuarto de la tarde, el grupo de gaiteiros Buxaina de Palas de Rey y la banda de Antas de Ulla, la preferida de Evaristo, estuvieron al pie de la iglesia para cumplir los deseos del finado. El féretro de Evaristo fue recibido, por partida doble, con los acordes del himno gallego, interpretado por la banda y por las gaitas. Seguidamente fue llevado a hombros hasta la iglesia por los sobrinos de más edad, a los que gratificó por dicho trabajo, según mandó al notario, con 25.000 pesetas.
La pequeña iglesia resultó insuficiente. Ni en el templo ni en el atrio hubo música. Tampoco hubo lágrimas. Evaristo fue enterrado en silencio. La fiesta o la sesión vermú, como dijeron varios vecinos, llegó después. La banda y los gaiteiros tocaron sin parar, desde pasodobles hasta villancicos, mientras el «fogueteiro» daba cumplida cuenta de la pólvora.
No hace falta comentar el impacto que la noticia produjo en el Valle, teniendo en cuenta la religiosidad, la tradición y el fuerte arraigo que la veneración a los antepasados tiene en Galicia. Pero la riqueza y diversidad del valle ha quedado de manifiesto.(X. Carreira, La Voz de Galicia, 05.01.2009)